Vencer el sedentarismo y despreciar las frontearas convierte a la gente de mi clase en postes indicadores del futuro. Si hubiera más personas que sintieran mi profundo desprecio por las fronteras, no habría más guerras ni bloqueos. No existe nada más odioso que las fronteras, nada más estúpido. Son como cañones, como generales; mientras reina el buen sentido, la humanidad y la paz, no nos percatamos de su existencia y sonreímos ante ellas, pero en cuanto estallan la guerra y la demencia, se convierten en importantes y sagradas.
¡Hasta qué punto significan durante los años de guerra tortura y prisión para nostros los caminantes! ¡Que el diablo se las lleve!
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